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viernes, 13 de febrero de 2015

Frank Herbert - Dune

Dune

«Quién se somete, domina».

«—Dijo que un gobernante debe aprender a persuadir y no a obligar. Dijo que debe ofrecer el hogar más confortable y el mejor café del mundo para atraer a los mejores hombres.
— ¿Cómo imagina que tu padre ha atraído a hombres como Duncan y Gurney? —preguntó Hawat.
Paul se alzó de hombros.
—Después dijo que un buen gobernante debe aprender la lengua de su mundo, que es distinta para cada mundo. Y yo creí que con esto quería decirme que en Arrakis no hablan galach, pero me dijo que no era eso en absoluto. Hablaba del lenguaje de las rocas y de las cosas que crecen, el lenguaje que uno no puede oír sólo con los oídos. Y yo le dije que eso era lo que el doctor Yueh llama el Misterio de la Vida.
Hawat sonrió.
—¿Y cómo se lo tomó ella?
—Creo que se puso furiosa. Dijo que el misterio de la vida no es un problema que hay que resolver, sino una realidad que hay que experimentar. Entonces le cité la Primera Ley del Mentat: “Un proceso no puede ser comprendido más que interrumpiéndolo. La comprensión debe fluir al mismo tiempo que el proceso, debe unirse a él y caminar con él”. Esto pareció dejarla satisfecha».

«—Excelente la velocidad —dijo—. Pero te has abierto completamente para ser ensartado con un golpe a fondo.
Paul retrocedió, irritado.
—Debería azotarte el trasero por tu imprudencia —dijo Halleck. Tomó un kindjal desenvainado de encima de la mesa y lo blandió—. ¡Esto, en manos de un enemigo, hubiera podido hacer verter toda tu sangre. Eres un alumno bien dotado, pero nada más, y siempre te he avisado de que ni siquiera jugando dejes que un hombre penetre en tu guardia con la muerte en la mano.
—Creo que hoy no estoy de humor para esto —dijo Paul.
—¿Humor? —la voz de Halleck sonó ultrajada incluso a través del filtro del escudo—. ¿Qué tiene que ver tu humor con esto? Uno combate cuando es necesario… ¡no cuando está de humor! El humor es algo para el ganado, o para hacer el amor, o para tocar el baliset. No para combatir».

«—La educación viene de la ciudad, la sabiduría del desierto».

«Pensad en el hecho de que el sordo no pueda oír. ¿Acaso hay alguien que pueda decir que él no esté sordo? ¿Acaso no nos falta un sentido para ver y oír el otro mundo que está a nuestro alrededor?».

«Muchos han hecho notar la rapidez con que Muad’Dib aprendió las necesidades de Arrakis. Las Bene Gesserit, por supuesto, conocen los fundamentos de esta rapidez. Para los demás, diremos que Muad’Dib aprendió rápidamente porque la primera enseñanza que recibió fue la certeza de que podía aprender. Es horrible pensar cómo tanta gente cree que no puede aprender, y cómo más gente aún cree que el aprender es difícil. Muad’Dib sabía que cada experiencia lleva en sí misma una lección».

«La proximidad de una cosa deseable hace tender a la indulgencia. Ahí acecha el peligro».

«Debería existir una ciencia del descontento. La gente necesita tiempos difíciles y de opresión para desarrollar sus músculos físicos».

«Arrakis enseña la actitud del cuchillo... cortar lo que es incompleto y decir: “Ahora ya está completo porque acaba aquí”».

«Todo hombre que se refugia en una caverna con una sola salida merece la muerte».

«Muad’Dib podía realmente ver el futuro, pero hay que comprender que su poder era limitado. Pensad en la vista. Uno tiene los ojos, pero no puede ver sin luz. Si uno está en el fondo de un valle, no puede ver más allá de este valle. Igualmente Muad’Dib no podía mirar siempre en el misterioso terreno del futuro. Nos dice que cualquier oscura decisión profética, tal vez la elección de una palabra en lugar de otra, puede cambiar totalmente el aspecto del futuro. Nos dice “la visión del tiempo se convierte en una puerta muy estrecha.>> Y él siempre huía de la tentación de escoger el camino claro y seguro, advirtiendo: “Este sendero conduce inevitablemente al estancamiento”».

«Piensa en el cuchillo y no en la mano que lo empuña. El cuchillo es más peligroso que la mano, y tan pronto puede encontrarse en la derecha como en la izquierda».

«Soy como una persona cuyas manos han permanecido paralizadas durante toda su vida... hasta que un día vuelve a ellas la habilidad de moverse y percibir sensaciones.
Y yo digo: “¡Mira! ¡Tienes manos!” Pero la gente a mi alrededor me pregunta: “¿Qué son las manos?”».

«En las profundidades de nuestro inconsciente hay una opresiva necesidad de un universo lógico y coherente. Pero el universo real se halla siempre un paso más allá de la lógica».

«Hay en todas las cosas un ritmo que es parte de nuestro universo. Hay simetría, elegancia y gracia... esas cualidades a las que se acoge el verdadero artista. Uno puede encontrar este ritmo en la sucesión de las estaciones, en la forma en que la arena modela una cresta, en las ramas de un arbusto creosota o en el diseño de sus hojas. Intentamos copiar este ritmo en nuestras vidas y en nuestra sociedad, buscando la medida y la cadencia que reconfortan. Y sin embargo, es posible ver un peligro en el descubrimiento de la perfección última. Está claro que el último esquema contiene en sí mismo su propia fijeza. En esta perfección, todo conduce hacia la muerte».

«—Da el menor número de órdenes posible – le había dicho su padre hacía tiempo… mucho tiempo -. Una vez hayas dado una orden con respecto a algo determinado, siempre tendrás que seguir dando órdenes sobre lo mismo».

«Quien puede destruir algo es quien realmente lo controla».

«En combate, espera sólo aquello que ocurre. De este modo nunca serás sorprendido».

«Hasta ahora sólo habían conocido victorias, y esto, se dijo Paul, podría ser una forma de debilidad».

«Se sintió vacío, una cáscara sin emociones. Todo aquello que tocaba era muerte y dolor. Era como una enfermedad que podía difundirse por todo el universo».


«Era un guerrero y místico, feroz y santo, retorcido e inocente, caballeroso, despiadado, menos que un dios, más que un hombre. No se pude medir a Muad’Dib con los estándares ordinarios. En el momento de su triunfo, adivinó la muerte que le había sido preparada, y no obstante aceptó la traición. ¿Puede uno decir que lo hizo por un sentido de justicia? ¿Cuál justicia entonces? Porque hay que recordar que ahora estamos hablando del Muad’Dib que ordenó que sus tambores de batalla fueran hechos con las pieles de sus enemigos, el Muad’Dib que negó todas las convenciones de su pasado ducal con un simple gesto de la mano, diciendo sencillamente: “Yo soy el Kwisatz Haderach. Esta es una razón suficiente».



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