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viernes, 13 de febrero de 2015

Friedrich Nietzsche - Así habló Zaratustra

«Necesito compañeros vivos, que me sigan, porque se sigan a sí mismos, y vayan adonde yo vaya».

«¡Ojalá tu virtud sea tan alta que no consienta la familiaridad de los nombres! Si tienes que hablar sobre ella, no te avergüence tartamudear».

«Soy un pretil a orillas del río: quien quiera agarrarse, que me agarre. Mas jamás seré vuestra muleta».

«Entre todo cuanto se escribe, yo amo solo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre, y comprenderás que la sangre es espíritu».

«El que todo el mundo tenga derecho a aprender a leer corrompe a la larga no solo el escribir, sino hasta el mismo pensar».

«El pueblo comprende poco lo que es grande, esto es, lo creador. Posee, en cambio, gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes».

«—¿Os exhorto acaso a que matéis vuestros sentidos? Lo que aconsejo es la inocencia de esos sentidos.
¿Os exhorto acaso a la castidad? La castidad es en algunos casos virtud, pero en muchos es casi un vicio».

«¿Eres para tu amigo aire puro y soledad, y pan y medicina? Más de uno no logra romper sus propias cadenas, y, no obstante, es un redentor para el amigo».

«—Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo, y tenéis bellas palabras para expresar vuestro apretujaros. Mas yo os digo: vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor hacia vosotros mismos.
Os refugiáis en el prójimo al huir de vosotros mismos, y quisierais hacer de tal huida una virtud: mas yo veo a través de ese “altruismo” vuestro.
El tú es más antiguo que el yo: el tú ha sido santificado, pero el yo todavía no: de ahí que el hombre corra hacia el prójimo.
¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Mejor os aconsejaré que huyáis del prójimo y améis al más lejano!».

«Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo cuando se tiene razón. Mas para eso hay que ser muy rico».

«Médico, cúrate a ti mismo y curarás así a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda que él, con sus propios ojos, vea a quien se sana a sí mismo».

«…Esto es, en efecto, lo más difícil: cerrar por amor la mano antes abierta, y conservar el pudor al hacer regalos».

«En verdad, ya hice algo a favor de los que sufren. Más siempre se me antojó que obraba mejor cuando aprendía a regocijarme mejor.
Demasiado poco se ha regocijado el hombre, desde que existen hombres. ¡Amigos míos, ese es nuestro único pecado original!
Y aprendiendo a alegrarnos mejor, es como mejor nos olvidamos de perjudicar a los demás y de inventarnos daños».

«¡Oh, fuente del placer, brotas casi con excesiva energía para mí! A menudo has vaciado la copa al querer llenarla.
Tendré que aprender a acercarme a ti con mayor modestia. Mi corazón tiende aún a tu encuentro con excesiva violencia.
Mi corazón, sobre el que arde mi verano, breve, ardiente, melancólico y venturoso. ¡Cómo ansía tu frescura mi corazón estival!».

«No quiero ser mezclado ni confundido con esos predicadores de la igualdad. Pues la justicia me dice: “los hombres no son iguales”».

«¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra veracidad tendríais antes que romper en pedazos vuestra voluntad veneradora!
Veraz llamo yo al hombre que se retira al desierto sin dioses, y ha roto en pedazos su corazón venerador».
«En verdad, me he reído mucho del débil, que se cree bueno porque tiene las garras tullidas».

«Mas no encontré lugar en parte alguna: soy un nómada por todas las ciudades, un adiós frente a todas las puertas».

«Quien se cuida con exceso acaba por contraer una enfermedad de cuidado superfluo. ¡Bienaventurado sea lo que endurece! Yo no alabo el país en el que abundan la leche y la miel».

«Todos hablan de mí cuando por las noches se reúnen en torno al hogar; todos hablan de mí, pero nadie piensa en mí».

«Tal es el estilo de las almas nobles: no quieren tener nada gratis, y, menos que nada, la vida.

El plebeyo quiere vivir gratuitamente. Por el contrario, nosotros, a quienes la vida se nos dio a sí misma, pensamos siempre qué es lo mejor que podemos dar a cambio».

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