Dios Emperador de Dune
► «Todas las rebeliones son corrientes y
extremadamente aburridas. Todas están copiadas del mismo modelo, y todas se
parecen la una a la otra. Su fuerza motriz es la adicción a la adrenalina y el
deseo de adquirir poder personal. Todos los rebeldes son pequeños aristócratas.
Por eso puedo transformarlos con tanta facilidad».
► «Los
radicales siempre ven las cosas en términos excesivamente simplistas: blanco y
negro, bien y mal, ellos y nosotros. Al tratar los asuntos complejos de este
modo, destrozan toda posible aproximación abriendo paso al caos. El arte del
buen gobierno, como tú lo llamas, es el dominio del caos».
► «Forzar el resultado es el modo más seguro
de perder lo que más aprecio en ella —replicó Leto—. Debe venir a mí con todas sus fuerzas
intactas».
► «Los coetáneos no habitan todos el mismo
tiempo. El pasado cambia siempre, pero pocos se dan cuenta».
► «Por mucho que busquemos la verdad, el
conocimiento de ella en uno mismo suele ser desagradable. Y no sentimos
simpatía alguna hacia el que nos la dice».
► «—Hablo de observaciones acumuladas que me
aseguran que la postura pacífica es la postura del derrotado. Es la postura de
la víctima. Y las víctimas invitan a la agresión».
► «Yo, en cambio, pienso que las palabras me
son útiles cuando me proporcionan un atisbo de lugares atractivos, que están
por descubrir. Pero el empleo de las palabras está pésimamente comprendido por
una civilización que todavía cree incuestionablemente en un universo mecánico
de absoluta relación de causa y efecto... evidentemente reducible a una única
causa-origen y a un primario efecto seminal».
► «—Te sorprenderías, Moneo, de lo mucho que
emerge de los pensamientos ociosos. A mí nunca me ha importado dedicar un día
entero a cosas que otra gente pensaría en un instante».
► «—Hay una época, Leto, una época en la que se
está vivo. Una época en la que uno tiene que estar vivo. Y tiene un hechizo
mágico esa época, mientras se está viviendo, porque uno sabe que ese tiempo no
volverá jamás».
► «Leto guardó silencio: Debo tener paciencia. Tienen que descubrirlo por sí solos. Si soy yo
quien lo dice, no lo creen. ¡Piensa, Duncan, piensa!».
► «No puedo andar entre mis semejantes sin
llamar la atención. Ya no soy uno de vosotros. Estoy solo. ¿Amor? Mucha gente
me ama, pero mi aspecto les mantiene apartados de mí. Estamos separados, Siona,
por un abismo que ningún otro ser humano se atreve a cruzar».
► «—Juegos de sentimientos; muy acertado —asintió
Moneo—. Los sentimientos del Dios Emperador son como un río: plácidos y suaves cuando nada los obstruye, violentos
y furiosos a la menor insinuación de una barrera. No hay que ponerle traba
alguna».
► «He visto bastante y he hecho bastante He
abierto la puerta de sus dudas. ¡Qué vulnerables son en su ignorancia!».
► «—¿Y qué ocurre cuando piensas como un
Fremen?
—Recuerdas
que no hay que estar jamás en compañía de alguien con quien no se desee morir».
► «—Moneo, ¿por qué insistes en sacar piezas de la continuidad? —preguntó
Leto—. Cuando contemplas el espectro, ¿deseas acaso un color por encima de
todos los demás?».
► «La mayoría de las civilizaciones se basan
en la cobardía. Resulta tan fácil civilizar enseñando cobardía. Se diluyen los
niveles que conducen a la valentía. Se refrena la voluntad. Se regulan los
apetitos. Se vallan los horizontes. Se dicta una ley para cada movimiento. Se
niega la existencia del caos. Se enseña a respirar despacio incluso a los
niños. Se domestica».
► «—Os
ha embrujado – replicó Moneo acusador.
—Sí, Moneo,
y cuánto me alegro de ello. Si negamos la necesidad del pensamiento, como
algunos hacemos, perdemos la facultad de reflexión, y no podemos definir
aquello de lo que nos informan los sentidos. Si negamos la carne, perjudicamos
al vehículo que nos transporta. Pero si negamos la emoción, perdemos contacto
con nuestro universo interno. Son las emociones lo que yo más añoraba».
► «Buscarán
la verdad, mas la verdad siempre acarrea la ambigüedad de las palabras que se
emplean para expresarla».
► «—Espero
no haber ofendido a mi Señor —dijo Moneo.
—Al
contrario, me has divertido mucho. Pero no te llames a engaño. Últimamente no
soy capaz de separar lo cómico de lo triste.
—Perdonadme,
Señor —murmuró Moneo.
—¿Qué es
este perdón que siempre pides? ¿Precisas siempre un juicio? ¿Es que tu universo
no puede simplemente limitarse a ser?
Moneo
levantó la vista hasta el pavoroso rostro enmarcado en su cogulla. Él es a la vez la tormenta y la nave. El
ocaso existe en sí mismo. Moneo intuía que se hallaba al borde de
aterradoras revelaciones. Los ojos del Dios Emperador le taladraban,
abrasándole, explorando.
—Señor, ¿qué
deseáis de mí?
—Que tengas
fe en ti mismo.
Temiendo que
algo estallase en su interior, Moneo se atrevió a decir:
—Entonces,
el no haberos consultado antes de...
—¡Qué
percepción la tuya, Moneo! Los pusilánimes que ansían el poder sobre los otros
destruyen primero la fe que esos tienen en sí mismos».
► «—Entre
lo sobrehumano y lo inhumano, poco espacio me ha quedado para poder ser humano.
A ti te doy las gracias mi gentil y dulce Hwi, por este pequeño espacio».