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viernes, 13 de febrero de 2015

Frank Herbert - Dios emperador de Dune

Dios Emperador de Dune

«Todas las rebeliones son corrientes y extremadamente aburridas. Todas están copiadas del mismo modelo, y todas se parecen la una a la otra. Su fuerza motriz es la adicción a la adrenalina y el deseo de adquirir poder personal. Todos los rebeldes son pequeños aristócratas. Por eso puedo transformarlos con tanta facilidad».

«Los radicales siempre ven las cosas en términos excesivamente simplistas: blanco y negro, bien y mal, ellos y nosotros. Al tratar los asuntos complejos de este modo, destrozan toda posible aproximación abriendo paso al caos. El arte del buen gobierno, como tú lo llamas, es el dominio del caos».

«Forzar el resultado es el modo más seguro de perder lo que más aprecio en ella replicó Leto. Debe venir a mí con todas sus fuerzas intactas».

«Los coetáneos no habitan todos el mismo tiempo. El pasado cambia siempre, pero pocos se dan cuenta».


«Por mucho que busquemos la verdad, el conocimiento de ella en uno mismo suele ser desagradable. Y no sentimos simpatía alguna hacia el que nos la dice».

«—Hablo de observaciones acumuladas que me aseguran que la postura pacífica es la postura del derrotado. Es la postura de la víctima. Y las víctimas invitan a la agresión».

«Yo, en cambio, pienso que las palabras me son útiles cuando me proporcionan un atisbo de lugares atractivos, que están por descubrir. Pero el empleo de las palabras está pésimamente comprendido por una civilización que todavía cree incuestionablemente en un universo mecánico de absoluta relación de causa y efecto... evidentemente reducible a una única causa-origen y a un primario efecto seminal».

«—Te sorprenderías, Moneo, de lo mucho que emerge de los pensamientos ociosos. A mí nunca me ha importado dedicar un día entero a cosas que otra gente pensaría en un instante».

«—Hay una época, Leto, una época en la que se está vivo. Una época en la que uno tiene que estar vivo. Y tiene un hechizo mágico esa época, mientras se está viviendo, porque uno sabe que ese tiempo no volverá jamás».

«Leto guardó silencio: Debo tener paciencia. Tienen que descubrirlo por sí solos. Si soy yo quien lo dice, no lo creen. ¡Piensa, Duncan, piensa!».

«No puedo andar entre mis semejantes sin llamar la atención. Ya no soy uno de vosotros. Estoy solo. ¿Amor? Mucha gente me ama, pero mi aspecto les mantiene apartados de mí. Estamos separados, Siona, por un abismo que ningún otro ser humano se atreve a cruzar».

«—Juegos de sentimientos; muy acertado —asintió Moneo—. Los sentimientos del Dios Emperador son como un río: plácidos  y suaves cuando nada los obstruye, violentos y furiosos a la menor insinuación de una barrera. No hay que ponerle traba alguna».

«He visto bastante y he hecho bastante He abierto la puerta de sus dudas. ¡Qué vulnerables son en su ignorancia!».

«—¿Y qué ocurre cuando piensas como un Fremen?
—Recuerdas que no hay que estar jamás en compañía de alguien con quien no se desee morir».

«—Moneo, ¿por qué insistes en  sacar piezas de la continuidad? —preguntó Leto—. Cuando contemplas el espectro, ¿deseas acaso un color por encima de todos los demás?».

«La mayoría de las civilizaciones se basan en la cobardía. Resulta tan fácil civilizar enseñando cobardía. Se diluyen los niveles que conducen a la valentía. Se refrena la voluntad. Se regulan los apetitos. Se vallan los horizontes. Se dicta una ley para cada movimiento. Se niega la existencia del caos. Se enseña a respirar despacio incluso a los niños. Se domestica».

«—Os ha embrujado – replicó Moneo acusador.
—Sí, Moneo, y cuánto me alegro de ello. Si negamos la necesidad del pensamiento, como algunos hacemos, perdemos la facultad de reflexión, y no podemos definir aquello de lo que nos informan los sentidos. Si negamos la carne, perjudicamos al vehículo que nos transporta. Pero si negamos la emoción, perdemos contacto con nuestro universo interno. Son las emociones lo que yo más añoraba».

«Buscarán la verdad, mas la verdad siempre acarrea la ambigüedad de las palabras que se emplean para expresarla».

«—Espero no haber ofendido a mi Señor —dijo Moneo.
—Al contrario, me has divertido mucho. Pero no te llames a engaño. Últimamente no soy capaz de separar lo cómico de lo triste.
—Perdonadme, Señor —murmuró Moneo.
—¿Qué es este perdón que siempre pides? ¿Precisas siempre un juicio? ¿Es que tu universo no puede simplemente limitarse a ser?
Moneo levantó la vista hasta el pavoroso rostro enmarcado en su cogulla. Él es a la vez la tormenta y la nave. El ocaso existe en sí mismo. Moneo intuía que se hallaba al borde de aterradoras revelaciones. Los ojos del Dios Emperador le taladraban, abrasándole, explorando.
—Señor, ¿qué deseáis de mí?
—Que tengas fe en ti mismo.
Temiendo que algo estallase en su interior, Moneo se atrevió a decir:
—Entonces, el no haberos consultado antes de...
—¡Qué percepción la tuya, Moneo! Los pusilánimes que ansían el poder sobre los otros destruyen primero la fe que esos tienen en sí mismos».

«—Entre lo sobrehumano y lo inhumano, poco espacio me ha quedado para poder ser humano. A ti te doy las gracias mi gentil y dulce Hwi, por este pequeño espacio».

Frank Herbert - Hijos de Dune

Hijos de Dune

«La libertad es un estado de la soledad».

«Entre las responsabilidades del mando está la necesidad de castigar, pero sólo cuando la víctima lo exige».

«Conocer absolutamente el futuro es verse atrapado absolutamente en este futuro. Es algo que colapsa el tiempo. El presente se convierte en futuro. Yo necesito mucha más libertad que eso».

«La chusma cree esto. Cree que si un poco de algo es bueno, mucho más tiene que ser mejor. ¡Qué maravilloso! Pero si le das a alguien el escenario completo de su vida, todas sus acciones y palabras hasta el momento de su muerte... qué regalo infernal sería!».

«La ignorancia tiene sus ventajas. ¡Un universo de sorpresas, ése es todo mi ruego!».

«Cuando es superexplorada, incluso la lealtad termina por desgastarse».

«¡Yo expreso el mito y el sueño! —gritó el Predicador—. Yo soy el médico que hace nacer al niño y anuncia que no ha nacido. Y sin embargo vengo en un momento de muerte. ¿No os inquieta esto? ¡Debería agitar vuestras almas!”

«Saber era una barrera que impedía aprender».

«—Esta paradoja es nuestro problema – dijo Leto -. La presciencia es algo sutil y poderoso. El futuro se convierte en el ahora. Poseer el don de la vista en el país de los ciegos trae muchos peligros. Si intentas interpretar lo que ves para el ciego, tiendes a olvidar que el ciego actúa de una forma condicionada por su ceguera. Son como una máquina monstruosa moviéndose a lo largo de su propio camino. Posee su propio impulso, su propio modo de funcionar. Temo a los ciegos, Stil. Les temo. Pueden aplastar tan fácilmente todo lo que encuentran a su paso...».

«—Si te niegas a escuchar lo que te informa la gente, terminarás oyendo tan sólo a aquellos que te digan lo que tú deseas oír – dijo Jessica con voz suave -. No sé de nada más venenoso que enterrarte en tus propias reflexiones».

«Cuando yo soy más débil que tú, te pido la libertad porque es algo que está de acuerdo con tus principios; cuando soy más fuerte que tú, te quito tu libertad porque es algo que está de acuerdo con mis principios».

«Cuando pensamos que conocemos algo es precisamente cuando debemos mirar más profundamente en el interior de ello».

«—No es el presente lo que influencia el futuro, estúpido, sino el futuro  el que forma el presente. Lo has entendido todo al revés. Puesto que el futuro es algo inamovible, son los acontecimientos que se están produciendo los que aseguran que este futuro sea fijo o inevitable».


«Ser un dios puede convertirse en última instancia en algo aburrido y degradante. ¡Ésta sería ya una razón suficiente para inventar el libre albedrío! Un dios podría desear refugiarse en el suelo y vivir solo las proyecciones inconscientes de las criaturas de sus sueños».

«—Cada juicio es un balanceo al borde del error —explicó Leto—. Exigir el conocimiento absoluto es monstruoso. El conocimiento es una aventura sin fin en los confines de la incertidumbre».

Frank Herbert - Mesías de Dune

Mesías de Dune

«Scytale —dijo finalmente Irulan—, se dice que vosotros los tleilaxu tenéis un extraño código de honor: vuestras víctimas deben tener siempre medios para escapar.
—Lo único que tienen que hacer es hallarlos —admitió Scytale».

«Una criatura que ha gastado su vida en crear una particular representación de sí misma morirá antes que convertirse en la antítesis de tal representación».

«Los Fremen son civilizados, educados e ignorantes —dijo Scytale—. No son locos. Están entrenados para creer, no para saber. Las creencias pueden ser manipuladas. Tan sólo el conocimiento es peligroso».

«Nunca he deseado ser un dios —pensó—. Sólo deseaba desaparecer como desaparece una gota de rocío en la mañana. Deseaba escapar tanto de los ángeles como de los condenados... solo... como un pensamiento olvidado».

«Me gustaría tan sólo girarme y decir: “¡Mirad! ¡Ésta es una existencia que no ha podido retenerme! ¡Vedlo! ¡Desaparezco! Las convenciones humanas no podrán atraparme de nuevo. ¡Renuncio a mi religión! ¡Este glorioso instante es sólo mío! ¡Soy libre!”
¡Sólo palabras vacías!».

«Los imperios no sufren de falta de finalidad en el momento de su creación. Es luego cuando se produce ésta, cuando ya están establecidos y sus objetivos iniciales son olvidados y reemplazados por vagos rituales».

«La intrincada expresión de los legalismos se desarrolla en torno a la necesidad de ocultarnos a nosotros mismos la violencia que empleamos hacia los demás. Entre el privarle a un hombre de una hora de su vida y privarle de su vida existe tan sólo una diferencia de magnitud. En ambos casos usamos la violencia contra él, consumimos su energía. Elaborados eufemismos pueden disimular nuestra intención de matar, pero tras todo uso de poder contra otro, la última premisa es la misma: “Me alimento de vuestra energía”».

«—Si la gente tan sólo conociera tu amor...
—Uno no puede edificar la política sobre el amor —dijo—. Las gentes no se sienten interesadas por el amor; es demasiado desordenado. Prefieren el despotismo. Demasiada libertad engendra el caos. No podemos aceptar esto, ¿comprendes? ¿Y cómo puede uno conjugar el despotismo con el amor?
—¡Tú no eres un déspota! —protestó ella, anudando su pañuelo—. Tus leyes son justas.
—Ahh, leyes —dijo él. Cruzó hacia la ventana, apartó los cortinajes y miró hacia fuera—. ¿Qué es la ley? ¿Control? La ley filtra el caos y deja pasar... ¿qué? ¿La serenidad? La ley... nuestro mayor ideal y nuestra naturaleza básica. No mires la ley desde demasiado cerca. Si lo haces, descubrirás interpretaciones racionalizadas, la casuística legal, los precedentes de la conveniencia. Encontrarás la serenidad, que es tan sólo otra palabra para describir muerte».

«¡Qué fácil era confundir un razonamiento claro tomándolo por un razonamiento correcto».

«Había una cierta elegancia en morir sin dejar ninguna huella... ningún rastro, nada, y con todo un planeta como tumba».


«¿Cómo? ¿Negar mi propio oráculo? ¿Cómo podría hacerlo cuando lo he visto ocurrir cientos y cientos de veces? La gente llama a esto un poder, un don. ¡Es una aflicción! ¡No me va a permitir abandonar mi vida donde la encontré!».

Frank Herbert - Dune

Dune

«Quién se somete, domina».

«—Dijo que un gobernante debe aprender a persuadir y no a obligar. Dijo que debe ofrecer el hogar más confortable y el mejor café del mundo para atraer a los mejores hombres.
— ¿Cómo imagina que tu padre ha atraído a hombres como Duncan y Gurney? —preguntó Hawat.
Paul se alzó de hombros.
—Después dijo que un buen gobernante debe aprender la lengua de su mundo, que es distinta para cada mundo. Y yo creí que con esto quería decirme que en Arrakis no hablan galach, pero me dijo que no era eso en absoluto. Hablaba del lenguaje de las rocas y de las cosas que crecen, el lenguaje que uno no puede oír sólo con los oídos. Y yo le dije que eso era lo que el doctor Yueh llama el Misterio de la Vida.
Hawat sonrió.
—¿Y cómo se lo tomó ella?
—Creo que se puso furiosa. Dijo que el misterio de la vida no es un problema que hay que resolver, sino una realidad que hay que experimentar. Entonces le cité la Primera Ley del Mentat: “Un proceso no puede ser comprendido más que interrumpiéndolo. La comprensión debe fluir al mismo tiempo que el proceso, debe unirse a él y caminar con él”. Esto pareció dejarla satisfecha».

«—Excelente la velocidad —dijo—. Pero te has abierto completamente para ser ensartado con un golpe a fondo.
Paul retrocedió, irritado.
—Debería azotarte el trasero por tu imprudencia —dijo Halleck. Tomó un kindjal desenvainado de encima de la mesa y lo blandió—. ¡Esto, en manos de un enemigo, hubiera podido hacer verter toda tu sangre. Eres un alumno bien dotado, pero nada más, y siempre te he avisado de que ni siquiera jugando dejes que un hombre penetre en tu guardia con la muerte en la mano.
—Creo que hoy no estoy de humor para esto —dijo Paul.
—¿Humor? —la voz de Halleck sonó ultrajada incluso a través del filtro del escudo—. ¿Qué tiene que ver tu humor con esto? Uno combate cuando es necesario… ¡no cuando está de humor! El humor es algo para el ganado, o para hacer el amor, o para tocar el baliset. No para combatir».

«—La educación viene de la ciudad, la sabiduría del desierto».

«Pensad en el hecho de que el sordo no pueda oír. ¿Acaso hay alguien que pueda decir que él no esté sordo? ¿Acaso no nos falta un sentido para ver y oír el otro mundo que está a nuestro alrededor?».

«Muchos han hecho notar la rapidez con que Muad’Dib aprendió las necesidades de Arrakis. Las Bene Gesserit, por supuesto, conocen los fundamentos de esta rapidez. Para los demás, diremos que Muad’Dib aprendió rápidamente porque la primera enseñanza que recibió fue la certeza de que podía aprender. Es horrible pensar cómo tanta gente cree que no puede aprender, y cómo más gente aún cree que el aprender es difícil. Muad’Dib sabía que cada experiencia lleva en sí misma una lección».

«La proximidad de una cosa deseable hace tender a la indulgencia. Ahí acecha el peligro».

«Debería existir una ciencia del descontento. La gente necesita tiempos difíciles y de opresión para desarrollar sus músculos físicos».

«Arrakis enseña la actitud del cuchillo... cortar lo que es incompleto y decir: “Ahora ya está completo porque acaba aquí”».

«Todo hombre que se refugia en una caverna con una sola salida merece la muerte».

«Muad’Dib podía realmente ver el futuro, pero hay que comprender que su poder era limitado. Pensad en la vista. Uno tiene los ojos, pero no puede ver sin luz. Si uno está en el fondo de un valle, no puede ver más allá de este valle. Igualmente Muad’Dib no podía mirar siempre en el misterioso terreno del futuro. Nos dice que cualquier oscura decisión profética, tal vez la elección de una palabra en lugar de otra, puede cambiar totalmente el aspecto del futuro. Nos dice “la visión del tiempo se convierte en una puerta muy estrecha.>> Y él siempre huía de la tentación de escoger el camino claro y seguro, advirtiendo: “Este sendero conduce inevitablemente al estancamiento”».

«Piensa en el cuchillo y no en la mano que lo empuña. El cuchillo es más peligroso que la mano, y tan pronto puede encontrarse en la derecha como en la izquierda».

«Soy como una persona cuyas manos han permanecido paralizadas durante toda su vida... hasta que un día vuelve a ellas la habilidad de moverse y percibir sensaciones.
Y yo digo: “¡Mira! ¡Tienes manos!” Pero la gente a mi alrededor me pregunta: “¿Qué son las manos?”».

«En las profundidades de nuestro inconsciente hay una opresiva necesidad de un universo lógico y coherente. Pero el universo real se halla siempre un paso más allá de la lógica».

«Hay en todas las cosas un ritmo que es parte de nuestro universo. Hay simetría, elegancia y gracia... esas cualidades a las que se acoge el verdadero artista. Uno puede encontrar este ritmo en la sucesión de las estaciones, en la forma en que la arena modela una cresta, en las ramas de un arbusto creosota o en el diseño de sus hojas. Intentamos copiar este ritmo en nuestras vidas y en nuestra sociedad, buscando la medida y la cadencia que reconfortan. Y sin embargo, es posible ver un peligro en el descubrimiento de la perfección última. Está claro que el último esquema contiene en sí mismo su propia fijeza. En esta perfección, todo conduce hacia la muerte».

«—Da el menor número de órdenes posible – le había dicho su padre hacía tiempo… mucho tiempo -. Una vez hayas dado una orden con respecto a algo determinado, siempre tendrás que seguir dando órdenes sobre lo mismo».

«Quien puede destruir algo es quien realmente lo controla».

«En combate, espera sólo aquello que ocurre. De este modo nunca serás sorprendido».

«Hasta ahora sólo habían conocido victorias, y esto, se dijo Paul, podría ser una forma de debilidad».

«Se sintió vacío, una cáscara sin emociones. Todo aquello que tocaba era muerte y dolor. Era como una enfermedad que podía difundirse por todo el universo».


«Era un guerrero y místico, feroz y santo, retorcido e inocente, caballeroso, despiadado, menos que un dios, más que un hombre. No se pude medir a Muad’Dib con los estándares ordinarios. En el momento de su triunfo, adivinó la muerte que le había sido preparada, y no obstante aceptó la traición. ¿Puede uno decir que lo hizo por un sentido de justicia? ¿Cuál justicia entonces? Porque hay que recordar que ahora estamos hablando del Muad’Dib que ordenó que sus tambores de batalla fueran hechos con las pieles de sus enemigos, el Muad’Dib que negó todas las convenciones de su pasado ducal con un simple gesto de la mano, diciendo sencillamente: “Yo soy el Kwisatz Haderach. Esta es una razón suficiente».



Friedrich Nietzsche - Así habló Zaratustra

«Necesito compañeros vivos, que me sigan, porque se sigan a sí mismos, y vayan adonde yo vaya».

«¡Ojalá tu virtud sea tan alta que no consienta la familiaridad de los nombres! Si tienes que hablar sobre ella, no te avergüence tartamudear».

«Soy un pretil a orillas del río: quien quiera agarrarse, que me agarre. Mas jamás seré vuestra muleta».

«Entre todo cuanto se escribe, yo amo solo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre, y comprenderás que la sangre es espíritu».

«El que todo el mundo tenga derecho a aprender a leer corrompe a la larga no solo el escribir, sino hasta el mismo pensar».

«El pueblo comprende poco lo que es grande, esto es, lo creador. Posee, en cambio, gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes».

«—¿Os exhorto acaso a que matéis vuestros sentidos? Lo que aconsejo es la inocencia de esos sentidos.
¿Os exhorto acaso a la castidad? La castidad es en algunos casos virtud, pero en muchos es casi un vicio».

«¿Eres para tu amigo aire puro y soledad, y pan y medicina? Más de uno no logra romper sus propias cadenas, y, no obstante, es un redentor para el amigo».

«—Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo, y tenéis bellas palabras para expresar vuestro apretujaros. Mas yo os digo: vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor hacia vosotros mismos.
Os refugiáis en el prójimo al huir de vosotros mismos, y quisierais hacer de tal huida una virtud: mas yo veo a través de ese “altruismo” vuestro.
El tú es más antiguo que el yo: el tú ha sido santificado, pero el yo todavía no: de ahí que el hombre corra hacia el prójimo.
¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Mejor os aconsejaré que huyáis del prójimo y améis al más lejano!».

«Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo cuando se tiene razón. Mas para eso hay que ser muy rico».

«Médico, cúrate a ti mismo y curarás así a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda que él, con sus propios ojos, vea a quien se sana a sí mismo».

«…Esto es, en efecto, lo más difícil: cerrar por amor la mano antes abierta, y conservar el pudor al hacer regalos».

«En verdad, ya hice algo a favor de los que sufren. Más siempre se me antojó que obraba mejor cuando aprendía a regocijarme mejor.
Demasiado poco se ha regocijado el hombre, desde que existen hombres. ¡Amigos míos, ese es nuestro único pecado original!
Y aprendiendo a alegrarnos mejor, es como mejor nos olvidamos de perjudicar a los demás y de inventarnos daños».

«¡Oh, fuente del placer, brotas casi con excesiva energía para mí! A menudo has vaciado la copa al querer llenarla.
Tendré que aprender a acercarme a ti con mayor modestia. Mi corazón tiende aún a tu encuentro con excesiva violencia.
Mi corazón, sobre el que arde mi verano, breve, ardiente, melancólico y venturoso. ¡Cómo ansía tu frescura mi corazón estival!».

«No quiero ser mezclado ni confundido con esos predicadores de la igualdad. Pues la justicia me dice: “los hombres no son iguales”».

«¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra veracidad tendríais antes que romper en pedazos vuestra voluntad veneradora!
Veraz llamo yo al hombre que se retira al desierto sin dioses, y ha roto en pedazos su corazón venerador».
«En verdad, me he reído mucho del débil, que se cree bueno porque tiene las garras tullidas».

«Mas no encontré lugar en parte alguna: soy un nómada por todas las ciudades, un adiós frente a todas las puertas».

«Quien se cuida con exceso acaba por contraer una enfermedad de cuidado superfluo. ¡Bienaventurado sea lo que endurece! Yo no alabo el país en el que abundan la leche y la miel».

«Todos hablan de mí cuando por las noches se reúnen en torno al hogar; todos hablan de mí, pero nadie piensa en mí».

«Tal es el estilo de las almas nobles: no quieren tener nada gratis, y, menos que nada, la vida.

El plebeyo quiere vivir gratuitamente. Por el contrario, nosotros, a quienes la vida se nos dio a sí misma, pensamos siempre qué es lo mejor que podemos dar a cambio».

Friedrich Hölderlin - Hiperión

«¡Esto, por ejemplo, amigo mío!: lo triste es que nuestro espíritu toma tan de buen grado la forma del corazón extraviado, conserva tan a gusto la tristeza fugaz, que el pensamiento mismo, que debía ser quien sanara los dolores, se pone él también enfermo, que el jardinero se rasga a menudo la mano en los rosales que debía plantar. Esto hace que muchos hombres, como Orfeo, hayan sido tenidos por locos por otros que, si no, hubieran sido gobernados por ellos. Esto ha hecho a menudo que las más nobles naturalezas sirvieran de escarnio a las gentes que andan por las calles; éste es el escollo para los favoritos del cielo, que su amor es potente y delicado, como su espíritu, que las olas de su corazón se agitan con más fuerza y más deprisa que el tridente con que el dios de los mares las gobierna, y por eso, ¡amigo mío!, nadie debe sentirse por encima de los demás».

«¡Cómo odio, por el contrario, a todos esos bárbaros que creen ser sabios porque ya no tienen corazón, a todos esos monstruos groseros que matan y destruyen de mil modos la belleza juvenil con su mezquina e irracional disciplina!».

«Quien se limite a aspirar el perfume de esta flor mía no llegará a conocerla, pero tampoco la conocerá quien la corte solo para aprender de ella».

«También resulta descorazonador contemplar a vuestros poetas, a vuestros artistas y a todos aquellos que se preocupan todavía del genio y aman y cultivan lo hermoso. ¡Pobrecillos! Viven en el mundo como forasteros en su propia casa, son como el paciente Ulises cuando, con aspecto de mendigo, estaba sentado ante su propia puerta, mientras los insolentes pretendientes alborotaban en el salón y preguntaban: “¿Quién nos ha traído a ese vagabundo?”
En el pueblo alemán, los discípulos de las musas crecen llenos de amor, de espíritu y de esperanza; los ves siete años más tarde y andan errantes como sombras, silenciosos y fríos, son como un terreno que el enemigo ha sembrado de sal para que en él no crezca nunca más ni una brizna de hierba; y cuando hablan, ¡ay de aquél que les comprende, que en sus titánicos asaltos y en sus tretas proteicas solo ve la lucha desesperada que su hermoso espíritu destruido lleva a cabo contra los bárbaros con los que él tiene que enfrentarse!».

«Dejaba con gusto que cada cual expresara sus opiniones y sus errores. Yo me había convertido, pero no quería convencer a nadie más, solo me resultaba triste ver que la gente creía que yo no rechazaba sus bufonadas porque las tenía en tan alto aprecio como ellos mismos. No quería someterme a todas sus necesidades, pero trataba solo de evitarlas cuando podía. “¡Al fin y al cabo son su alegría”, pensaba, “y viven de ellas!”
Incluso llegaba a menudo a participar, a colaborar, y aunque permanecía entre ellos indiferente, desprovisto de todo entusiasmo, nadie lo notaba, nadie echaba nada en falta, y si les hubiera dicho que me disculparan se habrían quedado parados, se habrían admirado de mis palabras y hubieran preguntado: ¿pero qué nos has hecho?... ¡Qué delicados!”».

«Yo había crecido como una cepa sin tutor, y mis sarmientos silvestres se extendían por el suelo sin dirección precisa. Tú sabes cuantos nobles impulsos se pierden en nosotros porque no los empleamos. Yo andaba errante como un alma en pena, aferrándome a todo, siendo aferrado por todo, pero siempre por un momento, y mis fuerzas, inútiles, se agotaban en vano. Sentía que en todas partes me faltaba algo, y sin embargo, no lograba encontrar mi meta. Así fue como él me encontró».

«“No puedes convencer a nadie”, le dije entonces con íntima devoción; “tú persuades, seduces a los hombres antes de abrir la boca; cuando hablas no es posible la duda, y el que no duda no puede ser convencido”».

«Solo cuando cantaba se reconocía a la amada silenciosa, que tan poco gustaba de expresarse con palabras.
Entonces, solo entonces, aparecía la divina taciturna en toda su majestad y encanto; entonces exhalaba de sus finos labios bermejos un como mandamiento de los dioses, entre oración y caricia. ¡Cómo se agitaba el corazón con aquella divina voz, cómo aparecía todo lo grande y lo humilde, toda la alegría y la tristeza de la vida, embellecida por la nobleza de aquellos acentos!
Como la golondrina que atrapa las abejas en pleno vuelo, así se apoderaba ella siempre de todos nosotros.
No era ni placer ni admiración, era la paz del cielo la que se derramaba sobre nosotros.
Mil veces se lo he dicho y me lo he dicho a mí mismo: lo más hermoso es también lo más sagrado. Y así era todo en ella. Como su canto, así era su vida».

«Aquel alma era mi Leteo, mi sagrado Leteo, donde bebía el olvido de la existencia; cuando estaba ante ella, como un inmortal, me desvanecía alegremente, y como tras una pesadilla tenía que reírme de todas las cadenas que me habían oprimido.
¡Oh, con ella me habría convertido en un hombre feliz, excelente!
¡Con ella! Pero no fue así, y ahora vagabundeo por lo que hay en mí y ante mí y más lejos, y no sé qué debo hacer de mí y de las demás cosas».

«Se dice que una loba amamantó a niños que habían sido arrancados del pecho de la madre y arrojados al bosque.
Mi corazón no ha tenido tanta suerte».

«Construyo a mi corazón una tumba para que pueda descansar en ella; me encierro en mí mismo como una larva, porque afuera solo hay invierno; me protejo de la tormenta con los recuerdos más felices».

«Es increíble que el hombre tenga miedo de lo más hermoso, pero así es».

«“Me he vuelto demasiado ocioso”, me decía, “demasiado amante de la paz, demasiado etéreo, demasiado indolente… Alabanda mira al mundo como un noble piloto. Alabanda es activo y busca en la ola su presa; ¿y tus manos duermen en tus rodillas?, ¿y con palabras quisieras tener bastante?, ¿y con fórmulas mágicas quieres conjurar al mundo? Pero tus palabras son como copos de nieve, inútiles, y solo enturbian el aire, y tus voces mágicas son para los creyentes, pero los incrédulos no te escuchan… ¡sí!, ¡ser manso a su debido tiempo es muy hermoso, pero ser manso a destiempo es feo, porque es cobarde!... ¡Oh, Harmodio, yo quiero ser como tu mirto, como tu mirto donde se escondía una espada! No quiero que mi ociosidad haya sido en balde, y mi sueño ha de ser como aceite cuando se le acerca la llama. No quiero ser un espectador cuando haya que actuar, no quiero andar de aquí para allá, preguntando por las novedades cuando Alabanda reciba sus laureles”».

«Solo quien actúa con toda el alma no se equivoca nunca».

«El hombre no puede disimular que hubo un tiempo en que fue feliz como los ciervos del bosque, y a pesar de los incontables años transcurridos, se apunta todavía en nosotros la nostalgia por los días de aquel mundo originario en que todos recorrían la tierra como dioses, antes de que no sé qué domesticara a los hombres, cuando todavía les rodeaban por todas partes no muros y maderas muertas, sino el alma del mundo, el aire sagrado».

«¡No, por la sagrada Némesis! Me ha pasado lo que tenía que pasarme, y debo soportarlo y lo soportaré hasta que el dolor me arranque el último resto de conciencia».


«Amigo, estoy tan tranquilo, pues no quiero tener nada mejor que lo que tienen los dioses. ¿No debe sufrir todo lo que existe, y más profundamente cuanto más excelso es? ¿No sufre la sagrada naturaleza? ¡Oh, mi divinidad, que tú puedas estar tan triste como feliz, es algo que durante mucho tiempo no pude comprender! Pero el bienestar sin sufrimiento es sueño, y sin muerte no hay vida. ¿Querrías ser eternamente como un niño y dormitar como la nada? ¿Renunciar al triunfo? ¿No recorrer la escala de los perfeccionamientos? ¡Sí, sí! el dolor es digno de habitar en el corazón humano y de emparentarse contigo, ¡oh naturaleza! Porque solo él conduce de un placer a otro, y no hay más compañero que él...».