A LA VICTORIA DE BAILÉN
Rompe
el león soberbio la cadena
con que
atarle pensó la felonía,
y
sacude con noble bizarría
sobre
el robusto cuello la melena.
La
espuma del furor sus labios llena,
y a los
rugidos que indignado envía,
el
tigre tiembla en la caverna umbría,
y todo
el bosque atónito resuena.
El león
despertó; ¡temblad, traidores!,
lo que
vejez creíste, fue descanso;
las
juveniles fuerzas guarda enteras.
Perseguid,
alevosos cazadores,
a la
tímida liebre, al ciervo manso;
¡no
insultéis al monarca de las fieras!
ANDRÉS BELLO
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