Viñas y frutales,
y huríes de generosos senos,
y una copa rebosante ante mí.
¿Por qué he de pensar en batallas
y en montañas a polvo reducidas?
¿Por qué ha de haber lágrimas en mis ojos?
Cielos abiertos sobre mí
derraman todas sus riquezas;
mis manos se hunden en tanta abundancia.
¿Por qué he de pensar en una emboscada
y en veneno escondido en mi copa?
¿Por qué pesan tanto sobre mí los años?
Amorosos brazos me reclaman,
hacia sus desnudas caricias,
prometiéndome los éxtasis del Edén.
¿Por qué, entonces, recordar las cicatrices,
soñar con antiguas transgresiones...
por qué no puedo dormir sin pesadillas?
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