A LA MUERTE
Si has de venir al fin, ven cuando quieras,
y no traidora, y lúgubre, y callada;
ven como si mujer y enamorada
de mi amoroso afán cómplice fueras.
Otros de tus visiones y quimeras
huyan la acometida o la emboscada,
o te llamen con voz desesperada
para que pronto y sin piedad les hieras.
Yo, que juzgo bien el bien presente
ni llevo el corazón hecho pedazos,
bajo en paz de la vida la pendiente,
y espero en Dios que al desatar sus lazos,
tú, cariñosa, besarás mi frente,
y yo, feliz, me dormiré en tus brazos.
Manuel del Palacio.
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