«Se encogió de hombros, buscó
un lugar fresco a la sombra de la fuente, se sentó, con las piernas cruzadas,
al estilo osmanlí, y desplegó el pañuelo sobre su regazo. Sacó la aguja y cogió
el bordado. El corazón le latía de modo salvaje en el pecho y, por primera vez
en su vida, le resultó difícil cantar. Se obligó a tararear una tonada de amor
que le había enseñado su madre, sobre un muchacho cuyo caballo caía en la nieve
y le atrapaba debajo de sí; mientras se moría a bocanadas en la estepa
invernal, el joven contaba al viento lo mucho que amaba a cierta joven, a la
que no había tenido el valor de declararse. Rogaba al viento que trasladara sus
palabras a través de la llanura para que la doncella se acordara de él. Era una
estúpida canción sentimental, pensó Hürrem, pero siempre le había gustado la
música y, al final, la letra afluyó a su memoria».
Esta cita, que buscaba el reto de crear la letra de la canción que menciona pero no explicita, finalmente despertó ciertos recuerdos en la memoria de nuestra amiga Virginia Miguel Silva, quien terminó animándose a cantarnos el Romance del conde Olinos. No la grabamos, pero aquí os dejamos una versión del magnífico Joaquín Díaz:
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