►
«De sobra sabías lo que para mí significaba
mi arte: el medio glorioso por el cual yo me había manifestado, primero a mí
mismo, y después al mundo. La gran pasión de mi vida, el amor junto al cual
todas las demás manifestaciones del amor eran como agua cenagosa junto al vino
escarlata o como un gusano de luz en el pantano junto al mágico reflejo de la
luna».
►
«El decirle a alguien una cosa que, ni
siente, ni ha de comprender, no tiene finalidad ninguna».
►
«La felicidad, la vida de placer y el
triunfo pueden ser de exterior áspero y de esencia vil; el dolor es lo más
sensible del mundo. No hay nada en el mundo espiritual que no pueda alcanzar el
dolor, con su pavorosa y sutilísima pulsación; pulsación, en comparación con la
cual resulta grosera la laminilla de oropel que señala la dirección de las
fuerzas que la vista no puede percibir. El dolor es una herida que sangra en
cuanto la roza cualquier mano que no sea la del amor, y que sangra, aunque ya
sin sufrir, cuando ésta la toca».
►
«Donde hay dolor es lugar sagrado. Algún
día comprenderá la Humanidad
lo que esto significa. Hasta entonces, nada se sabe de la vida».
►
«La moral no puede ayudarme. Soy por
esencia antinomista, y formo parte de aquellos para quienes no rezan las
reglas, sino la excepción. Mas, a la par que comprendo que lo que uno hace no
es nunca nocivo, comprendo que el mal puede existir en aquello que uno va
siendo, y el conocimiento de esta verdad puede ser un gran auxilio.
La religión no puede ayudarme. Así como otros creen en lo
que no pueden percibir, yo, en cambio, sólo creo en aquello que me parece ver y
tocar. Mis dioses habitan templos construidos por la mano del hombre y mi
evangelio se cierra y perfecciona dentro de la esfera de la verdad
experimental. Y tal vez con exceso, pues, como la mayoría de los que buscan su
cielo en esta tierra, yo he hallado en ella por igual la belleza del cielo y
los horrores del infierno. Cuando pienso en la religión, siento que me gustaría
crear una Orden para los que no pueden creer: se la podría llamar Comunidad de
los incrédulos. Ante un altar en que no ardiese ningún cirio, un sacerdote,
cuyo corazón no supiese de paz, celebraría con pan sin consagrar y un cáliz sin
vino. Todas las cosas para ser verdaderas, han de convertirse en religión. Y la
doctrina de los agnósticos habrá de tener su ritual, cual todas las creencias.
Ha sembrado sus mártires; debería, por lo tanto, cosechar santos y agradecer
diariamente a Dios el haberse ocultado a las miradas de los hombres. Pero lo
mismo la fe que el agnosticismo, nada en mí puede ser exterior. Es preciso que
yo mismo cree sus símbolos. Sólo es trascendente lo que modela su propia forma.
Si no me es dado hallar en mí su secreto, jamás lo encontraré, y si ya no lo
tengo, jamás lo volveré a tener.
La razón no puede ayudarme. Me dice que aquellas leyes de
que fui víctima son injustas y han sido vulneradas, y que el sistema bajo el
cual yo he sufrido está vulnerado y es injusto. Mas de algún modo habré de
arreglármelas para que ambas cosas sean para mí justas y buenas. E igual que en
el arte sólo se preocupa uno de lo que es un objeto determinado en un
determinado momento, así sucede con la evolución ética del carácter. Mi tarea
consiste, pues, en hacer que cuanto me ha sucedido me sea beneficioso».
►
«Recuerdo haber dicho que creía poder
soportar una verdadera tragedia, siempre que se me presentase con un manto de
púrpura o la careta del verdadero dolor; pero lo terrible de la vida moderna es
que, por el contrario, oculta la tragedia bajo el disfraz de la comedia, con lo
cual las grandes realidades cotidianas aparecen grotescas o sin estilo. Esto
tiene su razón de ser. Probablemente siempre hubo de acontecer lo mismo en la
actualidad de todos los tiempos. Se ha dicho que al espectador todos los martirios
le parecían viles: el siglo XIX no ha de ser una excepción».
►
«No hay error mayor que el creer que
aquello que causan o provocan las grandes tragedias tiene sus sentimientos al
unísono de éstas, y el esperarlo de ellos es el más funesto de todos los
errores».
►
«Tú no podías saber, no podías comprender,
no podías darte cuenta. Nada me daba derecho a esperarlo de ti».
►
«La sociedad, tal y como la hemos ordenado,
no me reserva ningún puesto, ni puede brindarme ninguno; pero la naturaleza,
cuya dulce lluvia cae lo mismo sobre los justos que sobre los pecadores, tendrá
en las rocas de sus montañas alguna hendedura en que me pueda refugiar y valles
ocultos en cuyo silencio me sea dado llorar libremente. Ella hará que la noche
se pueble de estrellas, para que yo, en el destierro, pueda caminar seguro en
las tinieblas. Y hará que el viento borre las huellas de mis pasos, para que
nadie pueda perseguirme y dañarme. Lavará mis faltas en la inmensidad de sus
aguas y me curará con sus hierbas amargas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario