«Ensueño de opio»
Es otra señorita de Maupin. Es
viciosa
y frágil como aquella imagen
del placer,
que en la elegancia rítmica de
su sonora prosa
nos dibujó la pluma de Theófilo
Gautier.
Sus rojos labios sáficos,
sensitivos y ambiguos,
a la par piden besos de hombre
y de mujer,
sintiendo las nostalgias de los
faunos antiguos
cuyos labios sabían alargar el
placer.
Ama los goces sádicos. Se
inyecta de morfina;
pincha a su gata blanca. El
éter la fascina,
y el opio le produce un ensueño
oriental.
De súbito su cuerpo de amor
vibra y se inflama
al ver, entre los juncos,
temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún
tigre real.
Francisco Villaespesa
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