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martes, 5 de noviembre de 2013

Baudelaire - «La cabellera»

Poema XXIII
«La cabellera»

¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!
 ¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!
 ¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba
 Los recuerdos dormidos en esa cabellera,
 La quiero hoy agitar, cual si un pañuelo fuese.

 Languidecientes asias y áfricas abrasadas,
 Todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,
 Habita tus abismos, ¡arboleda aromática!
 Tal como otros espíritus se pierden en la música,
 El mío, ¡oh mi querida!, navega en tu perfume.

 Lejos iré, donde árbol y hombre, un día fuertes
 Fatalmente se agostan bajo climas atroces;
 Firmes trenzas, sed olas que me arranquen al fin.
 Tu albergas, mar de ébano, un deslumbrante sueño
 De velas, de remeros, de navíos, de llamas:

 Un rumoroso puerto donde mi alma bebiera
 A torrentes el ruido, el perfume, el color;
 Donde naos surcando el oro y el moaré,
 Abren inmensos brazos para estrechar la gloria
 De un puro cielo, donde vibre eterno calor.

 Y hundiré mi cabeza sedienta de embriaguez
 En ese negro océano, donde se encierra el otro,
 Y mi sutil espíritu que el vaivén acaricia
 Os hallará otra vez, ¡oh pereza fecunda!
 ¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!

 Oh cabellos azules, oscuros pabellones
 Que me entregáis, inmensa, la bóveda celeste;
 En las últimas hebras de esas crenchas rizadas,
 Confundidos, me embargan los ardientes olores
 Del aceite de coco, del almizcle y la brea.

 Durante edades, siempre, en tu densa melena
 Mi mano sembrará perlas, rubíes, zafiros,
 Para que el deseo mío no puedas rechazar.
 ¿No eres, acaso, oasis donde mi sueño abreva

 A sorbos infinitos el vino del recuerdo?

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