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martes, 5 de noviembre de 2013

Baudelaire - «Las joyas»

«Las joyas»

Ella estaba desnuda, y, sabiendo mis gustos,
 Sólo había conservado las sonoras alhajas
 Cuyas preseas le otorgan el aire vencedor
 Que las esclavas moras tienen en días fastos.

 Cuando en el aire lanza su sonido burlón
 Ese mundo radiante de pedrería y metal
 Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
 Las Cosas en que se une el sonido a la luz.

 Ella estaba tendida y se dejaba amar,
 Sonriendo de dicha desde el alto diván
 A mi pasión profunda y lenta como el mar
 Que ascendía hasta ella como hacia su cantil.

 Fijos en mí sus ojos, como en tigre amansado,
 Con aire soñador ensayaba posturas
 Y el candor añadido a la lubricidad
 Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;

 Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
 Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
 Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
 Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,

 Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
 Para turbar la paz en que mi alma estaba
 Y para separarla del peñón de cristal
 Donde se había instalado solitaria y tranquila.

 Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
 ¡Soberbio era el afeite sobre su oscura tez!

-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
 Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
 Cada vez que exhalaba un destello flamígero

 Inundaba de sangre su piel color del ámbar.

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