La guerra
Al
pintor Francisco Sans
Huye la
tarde; a su fulgor incierto,
suelta
la rienda sobre el pecho herido,
cruzando
va un corcel solo y perdido
el
campo de batalla, ya desierto.
De
sangre y lodo y de sudor cubierto,
con ojo
audaz y con atento oído,
al
césped interroga, en que el gemido
oyó
hace poco del soldado muerto.
Allí se
para; al aire dilatando
la
entreabierta nariz, el aire aspira:
llegan
los cuervos al festín nefando,
apaga
el sol su funeraria pira,
mueve
la hierba el bruto resoplando,
lame la
frente al paladín, ¡y expira!
1876
Manuel del Palacio
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