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martes, 5 de noviembre de 2013

Octave Mirbeau - El jardín de los suplicios (fragmentos)

«—¡Escúchenme! —dijo—. Los azares de la vida, ¡y qué vida fue la mía!, me han puesto en presencia no de una mujer, sino de la mujer. Yo la he visto, libre de todos los artificios, de todas las hipocresías con las que la civilización cubre, como un adorno de mentiras, su auténtica alma. Yo la he visto entregada por completo a su capricho o, si lo prefieren, dominada por sus instintos, en un ambiente en el que, ciertamente, nada podía refrenarlos, y todo, al contrario, se conjuraba para exaltarlos. Nada me la ocultaba, ni las leyes, ni las morales, ni los prejuicios religiosos, ni las convenciones sociales... ¡Pude verla en su verdad, en su desnudez original, entre los jardines y los suplicios, la sangre y las flores! Cuando apareció ella, yo estaba sumido en lo más bajo de la abyección humana, o al menos eso es lo que pensaba. Entonces, delante de sus ojos de amor, de su boca de piedad, grité de esperanza, y creí, sí, creí que gracias a ella sería salvado. Pues bien, fue algo atroz. La mujer me ha hecho conocer unos crímenes que yo ignoraba, unas tinieblas a las que nunca había descendido. Miren mis ojos muertos, mi boca que ya no sabe hablar, mis manos temblorosas, ¡solo por haberla contemplado! Pero no puedo maldecirla, tal como no maldigo al fuego que devora ciudades y bosques, al agua que engulle los navíos, al tigre que se lleva entre las fauces, al fondo de la jungla, la presa sangrante. La mujer tiene en ella una fuerza cósmica de elemento, una fuerza invencible de destrucción, como la naturaleza. ¡Ella es, por sí misma, toda la naturaleza! Al ser matriz de la vida, es, por eso mismo, matriz de la muerte, puesto que de la muerte renace la vida perpetuamente, y suprimir la muerte sería matar la vida en su único manantial de fecundidad.
—¿Y qué demuestra eso? —dijo el médico, encogiéndose de hombros.
El otro respondió simplemente:

—Eso no demuestra nada. Para ser dolor o alegría, ¿necesitan las cosas ser demostradas? No, solo necesitan ser sentidas...».

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